Ya no esperás que te jueguen limpio nunca más
En el acto perverso por lo general se esconde un cinismo: un saber que el otro, ante el acto perverso, se va a quedar pasmado, sin acción, ya que la rareza de que lo neurótico aflore en acción (perversión) deja sin posibilidad (en general) a la reacción prudente ante ese acto, al sentirlo como un ataque y actuar en posición de eso. Entonces el cinismo que esconde el perverso es que no se anima realmente a aceptar las consecuencias de su acto ya que tiene a su favor ese factor sorpresa que apaga la reacción. El perverso entonces no quiere indagar en lo que él tiene de perverso o en lo que vuelve o no perversa a una acción (su acción), sólo quiere la satisfacción que le produce el hecho de sobrepasar un límite moral/social. En este bucle, el perverso no puede esperar que le jueguen limpio a él tampoco, queda inserto en un mundo de malas intenciones y desgarros superfluos de lo que lo (nos) aprisiona.